jueves, febrero 01, 2007

DE LOS ESCRITORES (I)






















Louis Edouard Fournier: "El funeral de Percy Bysshe Shelley", 1889


Los escritores deberíamos aprender de Shelley, cuyo cadáver fue quemado a la sombra de los pinos de Viareggio; un escritor que se precie no es nada si no termina ardiendo en fúnebre ceremonia pública con la misma lentitud o la misma prisa con que escribió su obra, arropado por sus lectores en el último adiós mientras un coro de niños angelicales van arrojando sobre el fuego el trino de su voces y la simiente de sus libros.
El escritor debería morir en olor de imprenta como las putas en olor de santidad; todo menos pudrirse en el sepulcro del cementerio, cuya antesala es el fuego fatuo que resplandece en la dolorosa noche de todos los muertos.
Sobre el cadáver desnudo del escritor ardiendo la tinta de sus ideas nos olerá a incienso o a podredumbre, a gloria o a luna violada del arroyo, a sangre o a fétido semen. Habrá quien se sienta bendecido mientras las volátiles cenizas del escritor se posan lentamente sobre su cabeza y quien busque el cobijo de los paraguas para no sentirse sucio y contaminado. Todo menos la indiferencia.
Así se dirá de aquel cuyos artículos destilaban vinagre: "ardió mal y olió peor", o de aquella otra, de escritura sumisa: "la devoraron las llamas", o de quien dedicó toda su vida a ser un orfebre de la palabra: "de tu calor gozo".

Felipeángel (c)

No hay comentarios: