Este libro es otra cosa. Se nota, nada más abrirlo, que detrás de las recopilaciones no está un entomólogo sino un escritor que realiza un serio trabajo de investigación y que se preocupa por seguir una linea argumental en el tiempo. El protagonista no es otro que Pablo Neruda, al que sus enemigos contemporáneos le acusan de todo, unas veces sin razón y otras con ella.
Vicente Huidobro le llamaba "Bacalao", término despectivo en Chile, que significa "antipático", y le acusaba, con pruebas, de haber plagiado uno de los "20 poemas de amor y una canción desesperada" del libro de Rabindranath Tagore, "El jardinero".
Los del Grupo La Mandrágora -Teófilo Cid, Enrique Gómez Correa y Braulio Arenas- le acusaban, también, de haberse quedado con el dinero de una cuestación hecha en Chile para ayudar a los niños españoles víctimas de la guerra, y Pablo de Rokha llegó a tenerle tanta inquina que escribió un libro con el llamativo título de "Neruda y yo".
Yo leí, hace tiempo, su biografía "Confieso que he vivido" y estoy de acuerdo con muchos de estos poetas en que debió titularse "Confieso que he bebido"; vocka, quizás, sobre todo cuando se refiere a la época de Stalin.
Para él no existen campos de concentración ni gulags ni millones de muertos:
"La humanidad entera sabe que allí se está elaborando la gigantesca verdad y hay en el mundo una intensidad atónita esperando lo que va a suceder", escribe de su primer viaje a la Unión Soviética en 1949, y, años más tarde, cuando se refiere al XX Congreso del PCUS, celebrado en el mes de mayo de 1956, punto de partida del revisionismo comunista en el que Kruschev presentó su demoledor informe sobre lo que supuso el stalinismo, aquella carnicería lo resuelve en cinco lineas:
"El informe del XX Congreso fue una marejada que nos empujó, a todos los revolucionarios, hacia situaciones y conclusiones nuevas. Algunos sentimos nacer, de la angustia engendrada por aquellas duras revelaciones, el sentimiento de que nacíamos de nuevo. Renacíamos limpios de tinieblas y del terror, dispuestos a continuar el camino con la verdad en la mano."
Para él no existen campos de concentración ni gulags ni millones de muertos:
"La humanidad entera sabe que allí se está elaborando la gigantesca verdad y hay en el mundo una intensidad atónita esperando lo que va a suceder", escribe de su primer viaje a la Unión Soviética en 1949, y, años más tarde, cuando se refiere al XX Congreso del PCUS, celebrado en el mes de mayo de 1956, punto de partida del revisionismo comunista en el que Kruschev presentó su demoledor informe sobre lo que supuso el stalinismo, aquella carnicería lo resuelve en cinco lineas:
"El informe del XX Congreso fue una marejada que nos empujó, a todos los revolucionarios, hacia situaciones y conclusiones nuevas. Algunos sentimos nacer, de la angustia engendrada por aquellas duras revelaciones, el sentimiento de que nacíamos de nuevo. Renacíamos limpios de tinieblas y del terror, dispuestos a continuar el camino con la verdad en la mano."
Lo curioso es que Pablo de Rokha, en sus "Tercetos Dantescos a Casiano Basualto", lo acusa de inperialista, vendido y qué se yo, cuando es muy probable que, a pesar de la indiscutible calidad poética de sus muchos libros, le hubiera sido imposible llegar a ser un gran poeta popular en todo el mundo sin las grandes tiradas que se hicieron con el apoyo de los países comunistas.
Quizás el texto más cercano a nosotros y, por tanto, el más conocido sea el que dedica Juan Ramón Jiménez a Pablo Neruda en su libro "Españoles de tres mundos", cuando dice:
"Siempre tuve a Pablo Neruda (...) por un gran poeta, un gran mal poeta, un poeta de la desorganización; el poeta dotado que no acaba de comprender ni emplear sus dotes naturales. Neruda me parece un torpe traductor de sí mismo y de los otros, un pobre explotador de sus filones propios y ajenos, que a veces confunde el original con la traducción, que no supiera completamente su idioma ni el idioma que traduce."
"Siempre tuve a Pablo Neruda (...) por un gran poeta, un gran mal poeta, un poeta de la desorganización; el poeta dotado que no acaba de comprender ni emplear sus dotes naturales. Neruda me parece un torpe traductor de sí mismo y de los otros, un pobre explotador de sus filones propios y ajenos, que a veces confunde el original con la traducción, que no supiera completamente su idioma ni el idioma que traduce."
Tal vez con estas palabras Juan Ramón se esté refiriendo, entre otras cosas, al plagio del poema de Tagore. Al fin y al cabo, quien lo tradujo fue Zenobia Camprubí, su mujer.
Felipeángel (c)
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