La maté porque era mía.
                                           Busqué su botín de oro
                                           y sólo hallé un tesoro
                                           de miseria y porquería.
                                           Les juro que la quería
                                           y la traté con decoro.
                                           No me porté como un moro
                                           celoso en su celosía.
                                           Ahora lloro y me lamento
                                           y soy el más desdichado
                                           con semejante tormento,
                                           pues el tiempo pasa y cuento...
                                           los huevos que habría dado
                                           de no haber sido avariento.
                                            Felipeángel (c)
lunes, febrero 05, 2007
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