A LOS AJOS
(Oda)
No de ingrediente bajo
quiero inspirarme contra regla y gusto;
que canto, en son de grajo,
las glorias de Don Ajo,
del mundo vegetal príncipe augusto.
No aquel de las Castillas,
libre de los pucheros y las ollas,
el de mil maravillas
ajo de Valdestillas,
que cuando frío está levanta ampollas.
Canto los parabienes
del que en tantos impera ilustres platos,
que ha dado sin desdenes
mas lustre a las sartenes
que el betún y el cepillo a los zapatos.
El que tantos avisos
de venturosos lances da a los dientes,
preciosos y precisos;
y mas gloria a los guisos
que Dios a los cristianos penitentes.
Con faz, canto, halagüeña
apartando ojarascas y bambollas,
no al ajo de cigüeña
que aborta inculta peña,
sino al primo carnal de las cebollas.
La razón le ha nombrado
por su influjo potente en la cocina,
consejero de Estado
que al ilustre Estofado
con su luz tantas veces ilumina.
Pues sírvele, sin duda,
aun mas que Tirabeque a Fray Gerundio,
que aunque de testa ruda,
lo juro, sin su ayuda,
malo fuera el saber de Don Abundio.
Nada se iguala al ajo
si sus sonoros consonantes cuento,
como bajo, badajo,
majo, tajo, pingajo,
y otros mas retumbantes que no miento.
¿Qué hambriento en el presidio,
que gañán del trabajo en las fatigas,
sin su virtud que envidio,
probará sin fastidio
las mantecosas pastoriles migas?
¿Quien hallará elemento
que mas penetre en formidable tajo,
ni epigrama ni cuento,
cantárida o pimiento
tan picante en el orbe como el ajo?
¿Qué hombre hay tan inminente
que del ajo supere la grandeza?
El tribuno elocuente
y el militar valiente
tendrán más corazón, no más cabeza....
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