Fotografía: Felipeángel (c)
Algunos libros son una fuente de sabiduría; otros nos transportan hasta escondidos paisajes, o a un baúl de recuerdos de una época olvidada, o al corazón del bosque donde habita la alimaña de la noche con un sonajero en una mano y un cuchillo en la otra. Puede que ya nadie se acerque a beber en esta fuente, aunque se indique que es de agua potable, pero he visto con diáfana claridad que podía ser la casa de acogida de este libro de Joseph Conrad, la puerta abierta a otra casa con menos tinieblas que las que invaden sus páginas. ¿Dónde habrá terminado? ¿Lo tendrá un adolescente pajillero debajo del colchón de la cama, o se habrá atrevido a cogerlo uno de los tantos homeless que duermen entre los setos del bulevar? No lo sé. Tal vez acabó en el cubo de la basura de los barrenderos municipales o en el bolso de diseño de una joven postmoderna, que decide contar el hallazgo a sus amigos por el puto móvil. Yo hace tiempo que lo leí; en aquellos años compartía los estantes con unos pocos libros más; probablemente hablaban entre ellos al caer la noche y se sentían todos cómodos, viviendo en un espacio holgado, sin polvo en sus portadas ni arañas entre sus páginas. Con el paso del tiempo adquirió de nuevo importancia, porque Francis Ford Coppola se inspiró en esta historia del capitán Kurtz para realizar su maravillosa película "Apocalypse now". Una versión cinematográfica más ceñida a la trama de la novela la llevó a cabo el cineasta venezolano Román Chalbaud en el año 1990, e incluso hay otra visión más actual en forma de videojuego, titulada Spec Ops: The Line.
Felipeángel (c)
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