Dijo a principio de temporada que era el mejor y ha terminado siendo el peor de los mejores, pero su fracaso tiene premio: un buen finiquito y un futuro prometedor en otro gran equipo de las ligas europeas; mas o menos lo mismo que estamos viendo en este país, en el que se afianza a los políticos que pierden y se da una buena suma de dinero a los que han arruinado muchas cajas con su mala gestión. A Mourinho le ha sobrado soberbia y le ha faltado mano izquierda; si hubiera leído a Fernando Díaz-Plaja tal vez su pecado capital se hubiera quedado en simple pecadillo, pero ya hemos visto que su nivel intelectual no iba más allá de leer las páginas de los diarios deportivos. Si en alguna de sus emotivas ruedas de prensa hubiera citado a Rafael Alberti o nos hubiera leído el poema que Miguel Hernández le dedicó a un portero de su tierra, tendríamos otra opinión bien diferente de él, pero el portugués nos salió argentino y supo venderse por lo que dijo que valía, no valiendo tanto, como se demuestra ahora, ni deportiva ni intelectualmente.
Nos dice el catecismo que contra la soberbia, humildad, y contra la ira, paciencia. José Mourinho no ha sido humilde ni paciente, y he aquí su castigo: no ha conseguido la gloria del triunfo sino las lágrimas de la derrota. Ya no podrá decir que es el mejor; no lo fue en casi nada. Ha dejado un equipo roto y desmotivado; ha desprestigiado un club cuya divisa es la de "caballeros del honor"; ha humillado a Casillas, gran referente del equipo nacional; ha denostado a Pepe y ha conseguido que Ronaldo esté aún más triste que Pablo Neruda cuando escribió sus inspirados versos. Todo un curriculum de presentación para su futuro puesto de trabajo.
Felipeángel (c)
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