Federico Guillermo I, Rey de Prusia, dirigió el 18 de diciembre de 1714, desde Berlín, a todos los inspectores eclesiásticos de su reino el siguiente rescripto:
"Atendiendo a que hemos observado por nosotros mismos en muchos puntos, que entre los Reformados, lo mismo que entre los Luteranos, se prolongan los sermones de un modo fuera de medida; que los predicadores no les hacen durar de este modo, sino con inútiles y enfadosas repeticiones, a fin de hablar mucho y largo; deseando poner un límite a tan fatigosas predicaciones, más a propósito para debilitar que para alimentar la devoción, y que de consiguiente no pueden producir un gran bien; por estas causas mandamos por el presente, que hagais entender a todos los predicadores de vuestra inspección, y a todos los candidatos en teología que alguna vez les remplazan, que en adelante reduzcan sus sermones de forma que independientemente del canto y de la oración, no pasen nunca de una hora. Cuantos predicadores y candidatos contravengan a este mandato, pagarán irremisiblemente dos thalers a la Iglesia en que hayan pecado."
"Atendiendo a que hemos observado por nosotros mismos en muchos puntos, que entre los Reformados, lo mismo que entre los Luteranos, se prolongan los sermones de un modo fuera de medida; que los predicadores no les hacen durar de este modo, sino con inútiles y enfadosas repeticiones, a fin de hablar mucho y largo; deseando poner un límite a tan fatigosas predicaciones, más a propósito para debilitar que para alimentar la devoción, y que de consiguiente no pueden producir un gran bien; por estas causas mandamos por el presente, que hagais entender a todos los predicadores de vuestra inspección, y a todos los candidatos en teología que alguna vez les remplazan, que en adelante reduzcan sus sermones de forma que independientemente del canto y de la oración, no pasen nunca de una hora. Cuantos predicadores y candidatos contravengan a este mandato, pagarán irremisiblemente dos thalers a la Iglesia en que hayan pecado."
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