El sábado pasado la noticia pasó desapercibida entre otras noticias con mayor cobertura informativa, tanto en las cadenas televisivas como en la mayoría de los medios escritos; me refiero a la concentración que tuvo lugar en la madrileña Plaza de Colón bajo el lema "No más engaños, no más treguas trampa". Yo estuve allí para hacer mi pequeño reportaje, como en tantos otros acontecimientos celebrados en la capital, y diré lo que vi y oí.
Tengo la costumbre de presentarme pronto en los lugares de las convocatorias, para fotografiar las bambalinas de los actos; si se colocan pancartas, si se realizan pintadas, si se distribuyen banderas, carteles, gorras o pegatinas; en fin, toda esa parafernalia a la que nos tienen acostumbrados los partidos políticos y las asociaciones sindicales. En esta ocasión no vi nada de esto; sólo un pequeño tenderete que vendía camisetas y aceptaba donativos y, un poco más allá, junto a la boca del metro de Serrano, un muchacho vendiendo bufandas y pulseras con los colores de la bandera de España.
Serían las once y cuarto y ya había bastante gente en la Plaza de Colón. No estaba cortado el tráfico ni en la calle Goya, ni en la calle Serrano, ni en Jorge Juan ni en Génova ni, mucho menos, en la Castellana. Di una vuelta a toda la plaza y crucé hacia los bancos del Paseo de Recoletos; me senté a comerme la fruta de la dieta y, durante unos diez minutos, vi a mucha gente cruzar los pasos de peatones, camino de Colón, algunos con banderas españolas y otros con pequeñas pancartas caseras; me pregunté dónde las habrían cogido; así que comencé a subir la calle Génova, a contracorriente de la multitud, por la acera opuesta a la de la sede del PP. Desde luego a las puertas del partido de Mariano Rajoy no las repartían: estaban cerradas a cal y canto. Me dije que, tal vez, tendrían la furgoneta en la Plaza de Alonso Martínez pero allí no había nada. La mayoría de las personas con las que me había cruzado habían salido de la boca del metro y las banderas y pancartas que portaban parecía claro que las traían de sus casas.
Al llegar a la Plaza de Alonso Martínez, bajé por la acera contraria y, a la altura de las oficinas del Banco Barclays, el que tiene por costumbre cobrarte un 11% de comisión si retiras el dinero de la cuenta corriente, la aglomeración de gente obligaba a parar a todos los coches y los autobuses de la EMT; desde allí se veía la Plaza de Colón abarrotada de manifestantes y con graves problemas de tráfico tanto en Goya como en Serrano, que eran incapaces de solucionar los policías municipales que se habían personado en la zona.
Oí los discursos, gritos a favor de las víctimas y otros en contra de Zapatero y Rubalcaba, aplausos y silbidos, pero ninguna proclama ultraderechista ni franquista ni fascista; allí sólo había ciudadanos que escuchaban con respeto y en silencio las palabras de los que intervinieron en el acto; gente que agitaba sus banderas españolas y que portaban al cuello pañuelos con una sola palabra escrita: JUSTICIA. No vi enseñas falangistas, ni del Requeté ni de ideología nazi; tan sólo alguna bandera de los tiempos de Franco que, para mi, es tan añeja y de otros tiempos como la bandera republicana.
Cuando sonó, al final, el himno español, las personas allí reunidas lo escucharon con respeto y algunos, a falta de letra, cantaron la de Pemán; ni se cantó el Cara al Sol ni Prietas las Filas; ni se gritó desde la tribuna !Arriba España o !Viva Franco!; ni nada que hiciera pensar que no estábamos en un acto convocado por una Asociación de Víctimas del Terrorismo.
Sólo hubo un momento de tensión, cuando Francisco José Alcaraz, Presidente de Voces Contra el Terrorismo, que había convocado el acto, lo dio por concluido pese a que no pudo leer su discurso. Arguyó que la Delegación de Gobierno le había amenazado con multarle con 60.000 euros porque la afluencia de manifestantes habían colapsado el Paseo de la Castellana, les dio las gracias por su participación y les pidió educadamente y sin ira que fueran abandonando el lugar. Así lo hicieron; algunos lamentándose de que, un poco más allá, estaba cortada la calle Alcalá, por un concierto que organizaba la cadena televisiva MTV, y de que con la Cabalgata de los Gays y Lesbianas las autoridades habían mostrado un talante más permisivo. Di otra vuelta, no vi incidentes y me fui a casa.
Felipeángel (c)
Tengo la costumbre de presentarme pronto en los lugares de las convocatorias, para fotografiar las bambalinas de los actos; si se colocan pancartas, si se realizan pintadas, si se distribuyen banderas, carteles, gorras o pegatinas; en fin, toda esa parafernalia a la que nos tienen acostumbrados los partidos políticos y las asociaciones sindicales. En esta ocasión no vi nada de esto; sólo un pequeño tenderete que vendía camisetas y aceptaba donativos y, un poco más allá, junto a la boca del metro de Serrano, un muchacho vendiendo bufandas y pulseras con los colores de la bandera de España.
Serían las once y cuarto y ya había bastante gente en la Plaza de Colón. No estaba cortado el tráfico ni en la calle Goya, ni en la calle Serrano, ni en Jorge Juan ni en Génova ni, mucho menos, en la Castellana. Di una vuelta a toda la plaza y crucé hacia los bancos del Paseo de Recoletos; me senté a comerme la fruta de la dieta y, durante unos diez minutos, vi a mucha gente cruzar los pasos de peatones, camino de Colón, algunos con banderas españolas y otros con pequeñas pancartas caseras; me pregunté dónde las habrían cogido; así que comencé a subir la calle Génova, a contracorriente de la multitud, por la acera opuesta a la de la sede del PP. Desde luego a las puertas del partido de Mariano Rajoy no las repartían: estaban cerradas a cal y canto. Me dije que, tal vez, tendrían la furgoneta en la Plaza de Alonso Martínez pero allí no había nada. La mayoría de las personas con las que me había cruzado habían salido de la boca del metro y las banderas y pancartas que portaban parecía claro que las traían de sus casas.
Al llegar a la Plaza de Alonso Martínez, bajé por la acera contraria y, a la altura de las oficinas del Banco Barclays, el que tiene por costumbre cobrarte un 11% de comisión si retiras el dinero de la cuenta corriente, la aglomeración de gente obligaba a parar a todos los coches y los autobuses de la EMT; desde allí se veía la Plaza de Colón abarrotada de manifestantes y con graves problemas de tráfico tanto en Goya como en Serrano, que eran incapaces de solucionar los policías municipales que se habían personado en la zona.
Oí los discursos, gritos a favor de las víctimas y otros en contra de Zapatero y Rubalcaba, aplausos y silbidos, pero ninguna proclama ultraderechista ni franquista ni fascista; allí sólo había ciudadanos que escuchaban con respeto y en silencio las palabras de los que intervinieron en el acto; gente que agitaba sus banderas españolas y que portaban al cuello pañuelos con una sola palabra escrita: JUSTICIA. No vi enseñas falangistas, ni del Requeté ni de ideología nazi; tan sólo alguna bandera de los tiempos de Franco que, para mi, es tan añeja y de otros tiempos como la bandera republicana.
Cuando sonó, al final, el himno español, las personas allí reunidas lo escucharon con respeto y algunos, a falta de letra, cantaron la de Pemán; ni se cantó el Cara al Sol ni Prietas las Filas; ni se gritó desde la tribuna !Arriba España o !Viva Franco!; ni nada que hiciera pensar que no estábamos en un acto convocado por una Asociación de Víctimas del Terrorismo.
Sólo hubo un momento de tensión, cuando Francisco José Alcaraz, Presidente de Voces Contra el Terrorismo, que había convocado el acto, lo dio por concluido pese a que no pudo leer su discurso. Arguyó que la Delegación de Gobierno le había amenazado con multarle con 60.000 euros porque la afluencia de manifestantes habían colapsado el Paseo de la Castellana, les dio las gracias por su participación y les pidió educadamente y sin ira que fueran abandonando el lugar. Así lo hicieron; algunos lamentándose de que, un poco más allá, estaba cortada la calle Alcalá, por un concierto que organizaba la cadena televisiva MTV, y de que con la Cabalgata de los Gays y Lesbianas las autoridades habían mostrado un talante más permisivo. Di otra vuelta, no vi incidentes y me fui a casa.
Felipeángel (c)
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