Foto: Felipeángel (c)De todas las exposiciones que he visto en la Fundacion Mapfre quizá sea ésta, "Neoimpresionismo. La eclosión de la modernidad", la que más me ha neoimpresionado.
Si el puntillismo se hubiera creado hoy en día, tal vez no se habría llamado así sino pixelismo. Al fin y al cabo se trata de los mismo: pintar sobre una superficie diminutos puntos para crear una sensación cromática armónica y total.
La principal característica es que, salvo raras excepciones, todos los cuadros son agradables de ver; no hay miedo de pasear la mirada por las tenues aguas del Sena, o dejarse acariciar por los tonos pálidos de los vestidos de las mujeres que se ondulan con la suave brisa de puntos, o caer bajo el hechizo de los paisajes que emerjen como de una niebla dulzona y colorista. Hasta la espalda de la modelo que pinta Saurat parece otra espalda, con sus pecas delimitando la luz y las formas, la suavidad y el contorno; e, incluso, los barcos que pinta Signac parecen otros barcos, con las velas a punto de deshacerse en pequeños trozos de tela coloreada apenas sople un diminuto viento de tierra, un leve volar de pájaro.
Todo tiene un cierto tono bucólico y cuando se aleja de él, cuando otros pintores elevan la idea a propuestas futuristas, cubistas o simbolistas es el color el que pone freno a sus ansias, quien se iergue como un mal sueño sobre el cuadro para volverlo al redil de la calma, al aprisco donde el frío de las ideas no mancha el pelo de los pinceles, ni mezcla con tormento los colores ni lleva las pesadillas al lienzo.
Para mi, observar la mayoría de estos 80 cuadros de pintores tan distintos entre sí como Pisarro, Kandinsky, Klee, Picasso, Juan Gris, Henri Edmond Cross o Maximilien Luce, entre otros, fue, en fin, como ahondar la mirada en un lejano horizonte donde podía adivinar ,sin apenar proponérmelo, que justo detrás de donde no llegaban mis ojos se encontraba un mundo de ensueño y grata serenidad, la necesaria y sublime relajación que, a veces, las obras de arte contienen.
Felipeángel (c)
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